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Una cucharada de misericordia

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Iba a ser un fin de semana diferente. En ese puente, mis padres viajarían a la boda de una prima, mi hermano se iba a un campamento y yo iba a ser operada de las muelas.
Para todas mis vueltas, me quedé con el carro de mi papá. Así que los llevé al aeropuerto y a mi hermano lo llevé al punto de partida del autobús. Lo último en mi lista era conducir hasta el consultorio. La cirugía duró más o menos una hora y después que me espabilé un poco y me dieron bolsas de hielo para mi cara, me subí al carro y conduje hasta mi casa pero, al llegar, un vecino tenía muchos invitados y la calle estaba llena de autos. Tuve que maniobrar mucho para lograr meter el carro a la cochera. Haciendo los cálculos, torcí el volante una vez más, pisé el acelerador y, cuando casi lo lograba, abollé el guardafango trasero derecho con el poste de la puerta. Me dejó de doler la boca y me empezó a doler el estómago. Sentí que mi papá iba a matarme cuando viera el tallón en su preciado carro. Pensé que si le llamaba para contarle no iba a disfrutar la fiesta familiar, así que decidí dejarlo gozar del viaje y que se enterara al regresar. Sobra decir que el fin de semana me pareció eterno a causa del susto y el dolor de mi boca.
Finalmente fui a recibir a mis papás y solté la sopa cuando mi papá estaba a dos metros de ver la abolladura, que había dejado una gran zona gris en lugar de la pintura roja. Cuando pensé que mi papá iba a darme la regañada del siglo, miró al cielo, masculló algo y finalmente dijo «ni modo, ya vámonos».

¿Dónde hay otro Dios como tú, que perdona la culpa del remanente y pasa por alto los pecados de su preciado pueblo? No seguirás enojado con tu pueblo para siempre, porque tú te deleitas en mostrar tu amor inagotable. Volverás a tener compasión de nosotros. ¡Aplastarás nuestros pecados bajo tus pies y los arrojarás a las profundidades del océano!
‭‭Miqueas‬ ‭7:18-19‬ ‭NTV‬‬

¡Cuánta misericordia y cuánto amor! Esa ocasión recibí una cucharada de misericordia por parte de mi padre natural, pero nuestro Padre Celestial, va mucho más allá, él se deleita en amarnos, en perdonarnos y en darnos una nueva oportunidad. Cada vez que tú y yo nos equivocamos podemos recibir su perdón y su amor al acercarnos a reconocer nuestra falta. Nos ama tanto que previó una manera de perdonarnos por la eternidad: envió a su hijo a morir por nosotros para pagar por nuestros pecados; los pecados no se podían quedar así, alguien debía pagar, pero en vez de pasarnos la factura, Jesús pagó por nosotros por los pecados pasados e incluso por los pecados futuros.
Una de las grandes maneras en que El Eterno muestra su amor y su perdón es que no saca a relucir nuestras antiguas faltas, no nos está recordando aquella ocasión en que pecamos de tal o cual manera, sino que Él entierra los pecados perdonados en lo profundo del océano. Como si estuviera dentro de una parábola viviente, mi papá jamás me reclamó por haber abollado su preciado auto, ni me hizo pagar la reparación, ni se negó a seguir prestándomelo para mis vueltas, ni me ha sacado a relucir la vez que se fue de viaje y a mí se me ocurrió golpear el guardafangos.

Toda este cúmulo de memorias me pone a reflexionar que he sido beneficiaria de la misericordia de Dios y de otras personas en muchas ocasiones, la gran mayoría de esas veces he recibido una misericordia inmerecida. Esto me llevó a una segunda reflexión: ¿Cómo reacciono yo cuando alguien estropea mis cosas? ¿Qué digo cuando alguien altera mi agenda? ¿Cómo me pongo al momento de ser yo la que ha de mostrar misericordia?
¿Qué hay de ti? ¿Cómo está tu balance entre la misericordia que recibes y la que ofreces?

Texto adicional: Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso.
‭‭Lucas‬ ‭6:36‬ ‭RVR1960‬‬