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El que espera ¿desespera?

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«El que espera desespera», dice el dicho. No soy muy buena esperando, me gusta que las cosas sucedan en el tiempo más rápido posible. Entiendo que hay cosas que necesitan cierto tiempo, como un pastel en el horno, pero no me gusta que las cosas tomen más tiempo que el que se supone deberían tomar.
En una ocasión estaba comprando lo necesario para una cena y corrí a formarme en la fila más corta: solo una persona frente a mí, a la que ya estaban atendiendo. Puse mis compras en la banda y saqué mi cartera. Al estar justo en la caja, 10 minutos de espera me parecieron eternos. Hubo un error en el código de un producto, la cajera se equivocó en otro, el cliente tuvo un problema con su forma de pago y una duda con su tarjeta de puntos. Estuve tentada a cambiar de caja, pero la fila que se había hecho detrás de mí no me lo permitió. Pensé en apurar al cajero, llamar al gerente o decirle al cliente si me dejaba pasar en lo que él resolvía sus asuntos, pero como mi desesperación iba en aumento que pensé que si abría la boca diría algo impropio. Finalmente, salí de la tienda y el día transcurrió sin mayores alteraciones.

En las Escrituras nos encontramos con varias historias de personas que no supieron esperar y eso siempre trajo consecuencias:
— Eva no esperó para comer la fruta prohibida
— Los hijos de Israel no esperaron a que Moisés bajara de la montaña.
— El rey Saúl no esperó a Samuel para que presentara sacrificios
— David no esperó a preparar a los sacerdotes y transportó el arca en una carroza
— Pedro no esperó indicaciones de Jesús y cortó la oreja del soldado.

El SEÑOR es mi porción –dice mi alma– por eso en El espero. Bueno es el SEÑOR para los que en El esperan, para el alma que le busca. Bueno es esperar en silencio la salvación del SEÑOR. ‭‭Lamentaciones‬ ‭3:24-26‬ ‭LBLA‬‬

¡Cuántos sin sabores se evitarían si supiéramos esperar pacientemente el tiempo de Dios! Nos evitaríamos consecuencias en la mayoría de los casos. En las situaciones triviales como mi fila en la caja, al menos me hubiera evitado un mal rato; no hubiera perdido la calma por algo irrelevante, pues mi día no se vio afectado en lo más mínimo.
Cuando no me queda más remedio que esperar, trato de aprovechar el tiempo «muerto» con alguna otra actividad; sin embargo, últimamente he aprendido que mientras espero tengo una excelente oportunidad para ejercer el fruto del Espíritu. Mientras esperamos podemos mostrar amor a quienes esperamos; mantener la paz en la situación; conservar el gozo, en lugar de enojarnos; mostramos paciencia cuando aguantamos estoicamente; podemos mostrar excelencia en las actitudes; bondad con los que no tienen qué ver en la espera pero que se cruzan en nuestro camino; fe para mostrar confianza en que saldremos adelante; gentileza con todos, implicados y ajenos a la espera; dominio propio o continencia, para poder esperar correctamente. ¡Cuánto más necesitamos el fruto del Espíritu cuando es al Señor a quién estamos esperando!
Me queda claro que la espera es un ejercicio para dar fruto, así que, ya sea que esté esperando a una persona o a Dios, más me vale no desesperar y que dicha espera sea fructífera.

Textos adicionales:
¡Espera en el Señor! ¡Infunde a tu corazón ánimo y aliento! ¡Sí, espera en el Señor!
Salmos 27:14 RVC
Ustedes, los que esperan en el Señor, ¡esfuércense, y cobren ánimo!
Salmos‬ 31:24‬ ‭RVC‬‬
Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido. ‭‭
Salmos‬ ‭25:3a‬ ‭RVR1960‬‬