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No eres un bueno para nada

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¿Tienes alguna habilidad? ¿alguna aptitud? ¿eres bueno en algo? ¿Puedes hacer una lista de cinco cosas para las que tienes gran pericia? Todos somos buenos en algunas cosas y malos en otras. Por ejemplo, yo soy buena en la cocina, pero mala en la costura. Soy buena en la lectura y redacción, pero soy mala para todos los deportes. Soy buena para dibujo isométrico pero soy mala para dibujar figurines. Todos hemos recibido habilidades, dones y aptitudes. Algunos brillan con naturalidad y otros destacan una vez que nos hemos entrenado en ello.

Que todo lo que hagan sea para alabar a Dios por medio de Jesucristo, a quien pertenecen el poder y la gloria para siempre. Así sea. 1 Pedro 4:11b PDT

Cualquier destreza, ya sea innata o desarrollada, viene de Dios; y ninguna cosa que proviene de Él es insignificante. Por lo tanto, no hay dones desdeñables. Si todas las habilidades son un regalo del Señor y ¿para qué el Eterno te daría una capacidad en particular?
1. Para que usarla.
2. Para darle gloria a Su nombre
3. Para bendecir a otros
4. Para darnos plenitud.
Antes que nada, sepamos que Dios quiere que utilicemos esos dones y que no los tengamos guardados en un cajón. En segundo lugar, hay que utilizar esa pericia para Su gloria: Si haces una limonada deliciosa, busca glorificar el nombre del Señor a través de esa actividad; si tu canto es prácticamente angelical, busca exaltar a Dios con ello; si corres los 100 metros planos en menos de 10 segundos, hazlo para honrar al Eterno… no para llenarte de arrogancia y presunción.
A través de tu aptitud, no solo le das gloria a Aquél que te dio la capacidad, sino que bendices a las personas que están a tu alrededor, porque tu ejemplo y tu actitud pueden ayudarles a obtener la motivación que necesitan o aprender algo o a pasar un buen tiempo, o a levantar su mirada hacia Dios. Finalmente, a través del desarrollo y la experiencia de nuestro don, encontraremos plenitud y satisfacción ¿Por qué? Porque estaremos cumpliendo parte del propósito de Dios en nuestra vida. Recuerda, no hay don pequeño ni hay facultad insignificante.
Habiendo dicho todo esto, quiero pedirte tres favores. Uno, busca las aptitudes que Dios puso en ti y desarróllalas; sea cual sea, métete de lleno a eso para lo que tienes “madera”. Dos, no envidies una habilidad ajena que tú no posees, ni poseerás por más que te esfuerces porque, además de perder el tiempo, amargarás tu corazón. Tres, nunca menosprecies la pericia de otros, porque no sabes si esa persona oró y trabajó por muchos años por poder desarrollar esa capacidad; no sabes si esa gracia bendice a muchos, aunque para ti no sea algo relevante; tampoco sabes lo que el Señor está trabajando en la vida de esa persona a través del ejercicio de su don. Lo mejor es que todos enfoquemos nuestros esfuerzos en usar las destrezas que el Eterno nos ha dado ¡y que el Señor nos ayude!
¿Quisieras compartirnos tres de tus habilidades? ¿Quisieras compartir este texto con alguien que lo necesite?

Textos adicionales:
1. No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. Juan 3:27 RVR1960
2. Cada uno de ustedes ha recibido de Dios alguna capacidad especial. Úsela bien en el servicio a los demás. 1 Pedro 4:10 TLA

Toma la mano correcta

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Cuando era pequeña, iba caminando junto a mi papá por un largo pasillo que daba algunas vueltas. En la plática, yo soltaba y tomaba su mano alternadamente, para hacer énfasis en mi relato. Ambos mirábamos hacia el frente para no chocar con las personas. En algún punto, tomé su mano y le hice una pregunta. Como no contestó, giré mi cabeza para mirarlo y me di cuenta que caminaba tomada de la mano de una persona extraña, que me sonrió con ternura. Al voltear con sorpresa hacia atrás, mi papá estaba de pie, con las manos en la cintura, mirándome y riendo de que, sin darme cuenta, había seguido mi camino con alguien más.

Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Salmos 73:23 NBD

En aquella ocasión todo quedo en un momento penoso pero cómico, pues solté la mano desconocida y corrí con mi papá… pero cuando esto nos sucede con el Señor ¡qué feo es! La Biblia nos enseña que el Eterno ha tomado nuestra mano derecha para guiarnos, cuidarnos, sostenernos, protegernos, para estar con nosotros por amor. Y es feo que nosotros soltemos esa amorosa mano para seguir por nuestro propio camino,  en desobediencia y rebeldía.

Con todo, me parece peor cuando nos soltamos de su mano sin darnos cuenta, creemos que vamos haciendo todo muy bien, que somos muy buenos, que estamos cumpliendo la voluntad de Dios, cuando en realidad vamos haciendo la nuestra. Vamos por la vida muy satisfechos sin darnos cuenta que hemos tomado la mano de otro y le hemos conferido el lugar de Dios, permitimos que otro nos guíe, que un extraño nos cuide, que un enemigo nos sostenga ¡ya la verdad es que nadie nos puede llevar con el amor que lo hace el Señor!… Finalmente empezamos a trabajar para el propósito de alguien más en lugar de cumplir el llamado de Dios.

Algo digno de agradecer es que aunque soltemos su mano, Dios no retira la suya ni nos abandona. Él sabe que en algún momento reconoceremos nuestra insensatez y lo buscaremos de nuevo; por lo tanto, nos muestra su fidelidad y amor, dándonos una nueva oportunidad, ofreciendo su mano nuevamente.

Es mi oración que no me suelte de su mano (por ir ocupada en lo mío) y, sobre todo, que no vaya yo a tomar la mano incorrecta.

Textos adicionales:

  1. Yo, el Señor, te he llamado a hacer lo que es justo. Te he llevado de la mano y te he protegido. Te he destinado a ser el mediador de un pacto con la humanidad, a ser luz de las naciones. Isaías 42:6 PDT
  2. Pues yo te sostengo de tu mano derecha; yo, el Señor tu Dios. Y te digo: “No tengas miedo, aquí estoy para ayudarte. Isaías 41:13 NTV

Tu dignidad es mi dignidad

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Estábamos en un lugar público, rodeadas de muchas personas mayormente desconocidas. Mi hija y yo conversábamos alegremente sentadas en unos camastros, cuando súbitamente me encontré a mí misma a punto de perder el control. Mi hija se puso de pie, me invitó a que camináramos hacia una zona más privada y en el camino me dijo: «resiste, porque tu dignidad es mi dignidad y tu ridículo es mi ridículo». Eso es algo que solo una chica de catorce años podría decir ¿cierto?

»Por amor de mi nombre diferiré mi ira, y para alabanza mía la reprimiré para no destruirte…Lo hice por respeto a mí mismo y para salvar mi honor. Porque mi nombre debe ser siempre respetado. Yo nunca permitiré que adoren a otros dioses, porque sólo a mí deben adorar». Isaías‬ ‭48:9, 11‬ ‭RVR1960/TLA‬‬

El reino de Judá había hecho lo más terrible a los ojos del Señor y, para Él, la deshonra de su gente, era como hacerse mala fama entre los pueblos paganos y sus ídolos. Por amor a la grandeza de su Santo Nombre, Dios decide que sólo habrá medidas disciplinarias en lugar de destrucción total.
¿Y qué es eso del amor a Su Nombre? En un inicio parece algo ególatra, pues implica que está en juego su reputación. Pero el nombre de Dios es lo más Santo y grande que existe en el universo y Él ha jurado por sí mismo, por su propio nombre: ha dado su Palabra de no destruir a Su pueblo, sino bendecirlo… a pesar de los continuas infracciones de éste. Entonces, en vez de exterminar a su pueblo, decide reformarlo, darle una nueva oportunidad.
Dios ama a su pueblo lo suficiente como para mantener su promesa de perdonar a todo aquel que se acerque en busca de restauración, porque Él no quiere que andemos indignamente, sino que quiere que entreguemos buenas cuentas y que estemos en buenos términos con Él.
Mi hija no quería que yo perdiera mi dignidad ni que hiciera el ridículo porque perjudicaría su imagen como un daño colateral. De forma similar, el Señor no desea que quedes mal, que tropieces, que caigas, ni que seas avergonzado. Por eso, está dispuesto siempre a enseñarnos una vez más, está listo a devolvernos al buen camino, por enésima vez… lo curioso es que solemos ser como el reino de Judá: nos empecinamos en hacer lo que se nos da la gana y luego venimos ante Dios a que nos cure el raspón. Por esa razón, en vez de restaurarnos por algún mérito que nosotros pudiéramos presentar, Dios ofrece restaurarnos basándose en la grandeza y la solidez de Su Nombre, pues así hay certeza de que seremos bendecidos, ya que si su bendición y restauración dependiera de nuestras «buenas obras» ¡no mereceríamos nada bueno!
Estoy agradecida que el Señor cumple su promesa de mantenerme en la zona de bendición por mérito de Él y no mío.

Texto adicional: “El restaura mi alma; Me guía por senderos de justicia Por amor de Su nombre.”
‭‭Salmos‬ ‭23:3‬ ‭NBLH‬‬

Siempre presente

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Cuando estaba recién casada, llegué a casa en la noche, después de trabajar. No había luz así que, a tientas, me fui a la cocina por un encendedor para usar una vela que estaba en el comedor. Mientras intentaba encenderla, escuché un ronco «hola» desde la oscuridad de la sala. Lancé un grito terriblemente alto y largo a causa del susto. Un grito que ha sido rememorado entre risas -incontables veces- a lo largo de los años. Cuando iba a mitad del grito, me di cuenta que el «hola» misterioso era de mi esposo, quien en silencio me miró entrar, buscar la vela, ir a la cocina, regresar al comedor y hacer intentos de encenderla, hasta que le pareció buena idea, saludar muy lúgubremente.

En realidad, el Señor está en este lugar, y yo no me había dado cuenta. Génesis 28:16b
De la misma manera,  Dios está presente en nuestras vidas y a veces no lo notamos. Él siempre está en donde nosotros estamos porque es Omnipresente, es decir, en su naturaleza está la capacidad de estar en todos lados al mismo tiempo, aunque no lo percibamos, aunque lo olvidemos. Esa omnipresencia es inmutable, no hay nada que lo haga perder esa capacidad. A veces pensamos que Dios no podría estar en tal o cual lugar, pero Dios, siempre está en todo lugar, así lo dice su Palabra y es la realidad.
 Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos. Job 33:14 NBD
¿Por qué me asustó el saludo de mi esposo? Porque no esperaba que estuviera allí. Si él hubiera salido a recibirme a la puerta, no me hubiera tomado por sorpresa, tal vez. Así mismo, nosotros debemos estar conscientes que Dios siempre está ahí, en donde estemos, con quien estemos. Si hemos nacido de nuevo, no sólo está por ahí en el lugar sino que va dentro de nosotros, habitando en nuestro ser.  El Señor nos acompaña siempre, tanto cuando hacemos lo bueno, como cuando hacemos lo malo. El es testigo de nuestros triunfos y de nuestros errores.
Por otro lado también es importante saber que Dios está ahí con nosotros en medio de la dificultad, en medio de los tiempos de crisis. Él nunca nos abandona ni nos desampara. En su naturaleza está permanecer fiel, acompañar y jamás, jamás, abandonar… Aunque no lo sientas, aunque no lo veas, aunque no lo creas. El Señor siempre está disponible para ser buscado y encontrado. Cada instante de nuestra vida está ante sus ojos,  sentado en primera fila, dispuesto a ofrecer su ayuda, si se la pedimos.
Estoy agradecida que Dios nunca renuncia ni se va.
Texto adicional: No temas ni te desalientes, porque el propio Señor irá delante de ti. Él estará contigo; no te fallará ni te abandonará. Deuteronomio 31:8 NTV

Lentes nuevos

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Encargamos los lentes de mi hija con la nueva graduación un lunes. Normalmente los entregaban del taller al siguiente día. Yo le comenté a la recepcionista que tenían que estar cuanto antes, pues mi hija salía de viaje el jueves en la tarde; me respondió que haría todo lo posible, pero con un tono de voz que indica «debiste venir con más tiempo, no a última hora». Llamé el martes y nada. El miércoles en la tarde, mi esposo y mi hija perdieron dos horas esperando en el consultorio pero el mensajero nunca llegó. El jueves en la mañana -ya con el tiempo encima- hablé al consultorio y otra recepcionista investigó en el taller y me dijo que hubo un error en un número, y que por eso se estaban tardando tanto pero seguro estarían listos el viernes. Relaté la historia de nuevo, así que me pidió pasar por el consultorio entre la una y dos de la tarde, que ella iba a apurar a los responsables. Casi a las dos, llegué narrando de nuevo toda la historia. Se hicieron algunas llamadas y me dijeron que en unos 10 minutos iban a traer los lentes. Cuando finalmente llegaron, no era el mensajero, sino la encargada del taller quien, en medio de disculpas diversas, me pidió elegir accesorios adicionales sin costo, para compensar las molestias causadas por la entrega tardía.

He visto su conducta, pero lo sanaré y le daré descanso y tranquilidad completa. Yo consolaré a los tristes. Isaías 57:18 DHH

A pesar de que fuimos al Oftalmólogo a última hora, a pesar de nuestra conducta descuidada, el Señor nos mostró gracia, fiel a Su Palabra. Ni mi hija ni yo podemos darnos gloria de muy organizadas. Toda la gloria es para el Señor.
El Señor vio nuestra conducta, pero nos dio descanso y tranquilidad y nos consoló de la «tristeza» que puede causar dar tantas vueltas al consultorio, soportando el tráfico y pensando en la posibilidad de perder el vuelo del jueves. ¿En qué consistió el consuelo? En una entrega justo a tiempo y con un regalo extra.
Esa es la naturaleza del Señor: es un Dios que sabe dar, que sabe bendecir, que sabe ayudarnos a enmendar nuestros descuidos. Es un Señor que no nos olvida, que está listo para cubrirnos con un manto de gracia inmerecida.
Lo mejor de todo es que esta verdad de las Escrituras aplica para algo tan trivial como unos lentes nuevos, pero también para las circunstancias trascendentales y eternas de nuestra vida.
Cuando estamos con inseguridad, temor, desánimo, desconsuelo, sentimiento de culpa, o cuando estamos perdidos por el camino, hay una promesa del Señor: que Él está siempre presente para sanar, para restaurar, para darnos descanso. Solo tenemos que acercarnos a Él y recibir su bendición, porque Él es un Dios siempre al pendiente, que nos cuida, nos nutre, nos alimenta, nos sacia, nos renueva, nos lleva por buenos caminos para mostrarnos cuán bondadoso es y cuánto nos ama.
No importa el tiempo que tengas de caminar con Cristo, no importa si han sido dos días o dos décadas. Él es quien nos da verdadero descanso.

Texto adicional: “El Señor es mi pastor, nada me falta. Me lleva a descansar a prados verdes, y me conduce a manantiales de agua fresca. Él renueva mi alma. Me lleva por buenos caminos para mostrarme lo bondadoso que es.”
‭‭Salmos‬ ‭23:1-3‬ ‭PDT‬‬

CORAZÓN DE BULLDOG

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¡Si tan solo mi corazón se pareciera más al de mi bulldog! Antes de te escandalices de mi exclamación, déjame explicar a qué me refiero: Invariablemente, al regresar a casa con mi familia, mi bulldog está esperándonos apasionadamente. Nos sigue desde la reja, viendo cómo nos estacionamos, hasta la cocina, que es por donde lo dejamos entrar a casa. La gran mayoría de las ocasiones está eufórico de alegría pero, algunas veces, está con los ojos tristes y las orejas agachadas hacia atrás, se sienta y me ofrece la pata sin que yo se lo pida (diría que «con la cola entre las patas» pero tiene solo un rabito diminuto). Esto significa que ha hecho  alguna travesura, indica que se siente culpable. Casi siempre salgo a ver “los daños”: puede ser que escarbó un hoyo en el pasto o que mordió la manguera o que movió la escalerilla de lugar. Muy rara ocasión ha sido algo verdaderamente grave, pero si yo no le doy importancia al suceso, anda detrás de mí todo el rato, con las orejas tristes.  Si lo ignoro, me sigue como sombra, no se queda en paz hasta que saldamos las cuentas. Prefiere ser regañado cuanto antes, porque sabe que tras el regaño, haremos las paces y volveremos a ser tan amigos como siempre.
El Señor dice: «Vengan ahora, y pongamos las cosas en claro. Si sus pecados son como la grana, se pondrán blancos como la nieve. Si son rojos como el carmesí, se pondrán blancos como la lana. Isaías 1:18 RVC
Digo que si mi corazón fuera como el de mi perro porque él no puede soportar estar en malos términos conmigo, hace todo lo necesario para ser perdonado, restaurado y apapachado de nuevo. El Señor nos dice “Vengan ahora”, porque sabe que entre más pronto acudamos a Él, más pronto seremos restaurados; sin embargo, nosotros solemos ser tercos, aferrados, orgullosos y faltos de remordimiento. Sabemos que estamos mal y aún así no vamos en busca de perdón; preferimos cargar con el peso del pecado que ir a los pies de Cristo; preferimos ser consumidos por el remordimiento y la culpa que reconocer y aceptar nuestras faltas frente al trono de gracia. Nuestra conciencia nos delata y andamos con el ánimo decaído.
Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí. Salmos 32:3-4 NBD
En las Escrituras, son varias las ocasiones en que se nos enseña que si nos reservamos el pecado, nos va peor, porque seguimos en una avalancha de faltas que se van mezclando unas con otras hasta llegar a una situación insostenible. Pero la Biblia también dice que cuando confesamos y buscamos un cambio, somos candidatos seguros a la misericordia del Señor.
El que encubre sus pecados no prosperará; Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. Proverbios 28:13 RVR1960
Como mi bulldog, lo mejor que puedo hacer es confesar mi pecado, pero no basta con vaciar el costal con algún amigo, mentor, consejero, pareja o mesero. La clave está en confesarle mis pecados al Señor, que es el único que verdaderamente puede limpiar, el único que puede restaurar mi vida y que puede hacer borrón y cuenta nueva.
Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado. Salmos 32:5 NBD
Este salmo fue escrito originalmente en hebreo. La palabra confesar, corresponde al hebreo yadá, que quiere decir «extender la mano», para pedir perdón, para agradecer o para dar adoración; me llama la atención que, por la travesura, mi perro me busca, se sienta y me extiende la pata para buscar perdón, reconociendo mi lugar de autoridad y que yo soy quien puede perdonarle, para que pueda volver a jugar con los demás. Cuando nuestra alma es restaurada por Dios, quedamos en posición de poder saldar cuentas con otro -si es que nuestro pecado afecta a un tercero- y quedamos libres de disfrutar nuestra relación con otros porque, cuando confesamos al Señor nuestro pecado, la angustia, el pesar y la culpa se esfuman y llega la paz, la alegría y la plenitud.
Mi oración es que cada vez que me equivoque, mi corazón sea como el de mi bulldog y pueda correr al Señor a recibir perdón y restauración.
Texto adicional: Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le borran sus pecados. Dichoso aquel a quien el Señor no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño. Salmos 32:1-2 NBD

En agua y fuego, primera parte

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A las 8 de la noche, el equipo de natación de mi hijo, salía de la alberca. Cerca de esa hora, empezó una tormenta muy fuerte. Cuando por fin salió de regaderas, el viento y la lluvia seguían con la misma intensidad. Algunas familias decidieron esperar a que la lluvia se calmara para retirarse. Como mi esposo estaba de viaje, decidí de pronto que tenía que llevar a mis pequeños a casa antes de que se nos hiciera muy tarde en la calle, pues no sabía si el aguacero amainaría o empeoraría, así que tomé a mi hijo, abrí un paraguas y corrimos al carro. No habíamos dado 5 pasos cuando el paraguas se volteó, rompiéndose, por la fuerza del aire. Medio mojado, lo subí y regresé al edificio por mi hija. Llegamos empapadas.
Saqué el auto del estacionamiento a una calle que empezaba a verse inundada. Los limpia-parabrisas iban a máxima velocidad; las luces intermitentes, encendidas; la velocidad, baja; los seguros de las puertas, más que puestos; la oración, a todo fervor. A medida que avanzábamos llegábamos a calles cada vez más inundadas, con el agua cada vez más alta, pero seguimos adelante. En un punto del trayecto llegamos a una calle que estaba tan inundada que la alcantarilla expulsaba chorros de agua, como si fuera una fuente.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y cuando pases por los ríos, no te inundarán. Isaías 43:2a RVA2015
Al acercarnos a casa, el agua empezó a descender, pues vivíamos en una parte alta de la ciudad. Metí el auto a la cochera, bajé a los niños, nos metimos a bañar en agua caliente y tomamos la cena bebiendo un rico chocolate acanelado. Al día siguiente me enteré por las noticias y las amistades que muchos inmuebles se inundaron y  que muchos autos se quedaron varados descompuestos, cuando el agua les llegó al motor. Pero mi pequeño auto sub-compacto llegó intacto a casa. No por que fuese la mejor marca de auto o porque yo sea la mejor conductora, sino porque el Señor iba conmigo y con mis hijos. En su infinita misericordia, el Señor nos favoreció con un viaje sin daños. A pesar de la lluvia que casi no dejaba ver, de las olas que se hacían en las calles, del viento pandeando los árboles y de los relámpagos que nos tomaban por sorpresa, el Señor nos cuidó, cumplió su promesa y no nos inundamos. El Eterno cumple su Palabra no sólo en el plano natural; esto lo hace para recordarnos que cumplirá su promesa en nuestra alma, cuando sentimos que el río de problemas es un caudal que no se acaba y nos arrastra o cuando que parece que nos ahogamos… aunque sea en un vaso de agua.
Pero el Señor va más allá: cumple su promesa en el plano espiritual, pues aunque sintamos “el agua en el cuello”, nuestra fe debe permanecer firme, al recordar que siempre estará con nosotros, que nunca nos dejará, aunque las olas se vean inmensas, debemos creer que sobreviviremos, que no es el fin de nuestra historia. ¿Dónde está la clave? En asegurarnos que el Creador del Universo vaya siempre con nosotros; esta certeza la obtenemos al invitar voluntaria y sinceramente al Señor Jesús a ser nuestro Salvador personal.
Texto adicional: Y tengan por seguro esto: que estoy con ustedes siempre, hasta el fin de los tiempos. Mateo 28:20b NTV

Un mapa sin errores, por favor

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Siempre me han gustado los mapas. De niña me gustaban las historias infantiles donde había que seguir un camino para encontrar un tesoro, resolver un acertijo, rescatar a algún personaje. Al aprender a manejar me compré un mapa de mi pequeña ciudad para llegar a los sitios a donde mis pies no me habían llevado. Cuando me mudé a una gran metrópoli, lo primero que hice fue comprar un mapa para no perderme y poder ir a donde necesitara. Con la llegada de herramientas como GPS, Google Maps y Waze, optimizo tiempos, le saco la vuelta al tráfico y busco las mejores rutas. No me gusta extraviarme, no me gusta dar vueltas de más, me gusta llegar a mi destino en tiempo y forma. Sin embargo, debo admitir que a veces, con todo y mapa, con todo y GPS, me he perdido (o al menos he dado vueltas incorrectas), no sólo por mis errores sino porque el mapa estaba incorrecto, desactualizado, un nuevo paso a desnivel o un nuevo sentido a la calle o una desviación por obras y mi ruta ideal se ve afectada.

Muéstrame la senda correcta, oh SEÑOR; señálame el camino que debo seguir. Guíame con tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi esperanza.
‭‭Salmos‬ ‭25:4-5‬ ‭NTV‬‬

Ahora, con ustedes, un gran-gran PERO: Pero hay un mapa que no tiene errores, que siempre está actualizado, que siempre tiene la información correcta. Me refiero a la Biblia. En las Escrituras, encontramos la guía para saber el camino que debemos seguir. A veces nos encontramos con disyuntivas, no sabemos qué hacer y nos sentimos perdidos. Cuando ponemos nuestra fe en el Eterno, en Jesús, en Su Palabra, encontramos sabiduría y una perfecta guía del camino que debemos seguir, cuando nos enfrentamos a una decisión por tomar. Y no me refiero solo a las decisiones difíciles sino a TODAS. Las decisiones que nos parecen fáciles, también debemos cotejarlas con el mapa que el Señor nos ha dejado para saber si esa decisión que nos parece pan comido es la mejor ruta para nuestra vida.
Si confiamos en el Santo cartógrafo, si confiamos en su Santo mapa, si no nos desviamos del camino, llegaremos a buen destino, en tiempo y forma. Pero confiar en el cartógrafo y en el mapa es el paso número dos. El paso número uno es leer y estudiar el mapa, conocerlo, analizarlo, encontrar la mejor ruta y, ahora sí, seguir el camino sin desviarse porque ¡cómo hay cosas que nos distraen y nos hacen dejar el camino! ¡Cuántas oportunidades se presentan para los falsos atajos!
Señor, que todos los días busquemos y sigamos tu camino.

Textos adicionales:
Enséñame, Señor, tu camino, para que camine yo en tu verdad. Dale firmeza a mi corazón, para que siempre tema tu nombre. Salmos‬ ‭86:11‬ ‭RVC‬‬
Tu palabra es una lámpara a mis pies; ¡es la luz que ilumina mi camino!
‭‭Salmos‬ ‭119:105‬ ‭RVC‬‬

Cuando Dios hace justicia

imageHace un tiempo, mi familia pasó por una situación difícil, desconcertante y dolorosa. En medio de muchos «dimes y diretes», sentimos que habíamos sido traicionados por seres queridos; sentimos que fuimos tratados de manera injusta, desleal, grosera. Nuestra primera reacción fue desenvainar la espada y nos alistamos para ir a la guerra ¡estábamos tan ofendidos!

Antes de hacer nada, clamamos a Dios que hiciera justicia pero parecía que la situación empeoraba. Hicimos algunos intentos por solucionar, por poner nuestro granito de arena pero nada funcionaba. Era una de esas ocasiones cuando estás 100% seguro que la otra parte es la que está haciendo mal las cosas, porque en verdad oramos preguntando a Dios si acaso no éramos nosotros quienes estábamos equivocados, pero la respuesta del Señor siempre fue:

Mas yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os calumnian y os persiguen. Mateo 5:44 JBS

Y es que no solo hay que perdonar la ofensa sin que te pidan perdón ¡hay que amarles, bendecirles y orar por ellos! En medio de las calumnias virales, les bendijimos, les perdonamos, les amamos y oramos que Dios los guiara a la verdad. Fue un proceso largo, difícil y doloroso, pero obedecimos y Dios restauró nuestro corazón, incluso logramos bromear del tema y hablar entre risas de él como anécdota chusca.
Hace unos días, vimos desde lejos, cómo el Señor hizo justicia y todas aquellas voces tan alzadas, están ahora en un total silencio. Esa justicia fue como un bálsamo a nuestra familia pero, como ya no había dolor, no fue una felicidad de venganza, sino una compasión por la pena que estarían viviendo ahora ellos.
¿Qué aprendimos como familia en este tiempo?
-que hay que dejarle la justicia al Señor.
-que hay que obedecer Su Palabra aun en medio del desconcierto.
-que el Eterno restaura los corazones lastimados.
-que mi trabajo es bendecir y no maldecir.
-que es mejor buscar la dirección del Señor que armar estrategias.
En lo personal me he visto en situaciones similares varias veces, aunque nunca como ésta, pero el Señor siempre-siempre ha salido en mi defensa. En algún punto he visto que Dios se encarga de poner todo en su debido lugar. Así que enfundaré mi espada y le dejaré la justicia al Señor.

Texto adicional: No paguen mal por mal. No respondan con insultos cuando la gente los insulte. Por el contrario, contesten con una bendición. A esto los ha llamado Dios, y él les concederá su bendición. 1 Pedro 3:9 NTV

Un taco de prudencia, por favor

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Arlequín, aledaño, califa, hirsuto, taciturno. Cuando era niña, solía utilizar palabras muy sofisticadas para hablar. Me gustaba leer y se notaba en mi forma de hablar. Era una niña parlanchina.
En una ocasión, mi familia fue invitada a una casa de campo, a muchos kilómetros de mi ciudad, donde había árboles frutales en un enorme jardín con columpios. Después de unas horas de jugar y corretear con los otros niños, volvimos a la casa y nos ofrecieron birria para comer. Yo nunca había sabido de la birria, no sabía qué era, cómo se comía, ni nada; incluso la palabra birria me sonaba sospechosa, no como a un nombre de comida. Entonces, en vez de decir algo como «¿puedo verla, por favor?» O simplemente «¿qué es birria?» Dije algo muy desafortunado como «pues eso no suena muy apetitoso así que prefiero no comer» y regresé al jardín a jugar.

Hablar demasiado conduce al pecado. Sé prudente y mantén la boca cerrada. Proverbios‬ ‭10:19‬ ‭NTV

Incluso creo haber dicho «no, gracias» hubiera sido más cortés. Cerca de la noche volví a la cocina con tanta hambre que estaba dispuesta a darle una oportunidad a la birria… Pero ya no había nada de comer. En el viaje de regreso mi mamá y mi tía me dijeron que fui grosera, imprudente y había ofendido terriblemente al anfitrión. Me sentí avergonzada, además de hambrienta.
¡Cuántas veces hemos hablado de más y dicho algo hiriente! ¡Y ni siquiera nos enteramos! Cuando herimos a otra persona con palabras, no sólo somos descorteses sino que pecamos. Maltratamos aquello que es lo más valioso para el Señor: el corazón de una persona.
Así que muchos años después de aquella birria campestre, sigo intentando ser prudente y mantener la boca cerrada, pero sinceramente no siempre me resulta. Incluso yo misma he sido víctima de las personas que hablan sin pensar. Es mi oración que logremos dominar nuestra lengua.

Texto adicional: Todos cometemos muchas faltas. ¿Quién, entonces, es una persona madura? Sólo quien es capaz de dominar su lengua y de dominarse a sí mismo. Santiago‬ ‭3:2‬ ‭TLA‬‬