Archivo de la etiqueta: confianza

¡Uy, qué miedo!

IMG_5439

Recibí la llamada con cierta sospecha pues el número aparecía como desconocido. Resultó ser una chica con voz preocupada que me llamaba para recordar que en siete días se vencería el plazo para el pago de la mensualidad de un crédito. Me hablaba de su congoja de que no se juntara el pago de dos mensualidades porque algo muy malo podía suceder. En la brevísima pausa que hizo para dar su veredicto, me imaginé las opciones: me cobrarían intereses, cancelarían el crédito, congelarían las cuentas de ahorros y no podría disponer de efectivo… finalmente paso ese segundo y dijo con la voz más tenebrosa: “Serás boletinada en buró de crédito”.

El Señor está conmigo; no tengo miedo de lo que simples mortales me puedan hacer. Salmos 118:6 RVC

En casa, solemos dejar el crédito para ocasiones muy particulares y esporádicas, somos más de la filosofía “si tengo, gasto; si no, me aguanto”. Después de aprenderlo por la mala, entendemos que el dinero va y viene. A veces hay para salir de vacaciones y a veces alcanza apenas para comer. Así que sinceramente me causó mucha gracia que la chica usara el argumento que a ella le pareció más temible y amenazador, poniendo el buró de crédito casi como el infierno mismo, como la mayor calamidad.

Aunque definitivamente quiero ser una ciudadana y clienta responsable, debo admitir que una etiqueta no significa mucho para mí ¿por qué? Porque el único que tiene poder de darme una etiqueta es mi Señor y esas etiquetas sí tienen un peso eterno. Si la comunidad bancaria piensa que merezco una etiqueta, mi vida no se ve afectada, eso no define quién soy en realidad, porque mi verdadera identidad está definida por Cristo.

La advertencia bancaria no me atemorizó esta vez porque a lo largo de los años he visto una y otra vez la mano de Dios interviniendo en mi vida, ayudándome, proveyendo, cuidando, como el buen Padre que es. Hace muchos años estuve en un problema financiero, me declararon insolvente y pasé los siguientes cinco años etiquetada en el buró de crédito, como indigna, como irresponsable, como insolvente, como alguien poco confiable. Sin embargo, además de esa etiqueta nada más pasó; no se acabó el mundo, mi familia no se desintegró, no colapsaron las estrellas, nadie murió, simplemente no tuve dinero.

Tal vez tú no has tenido problemas financieros, pero tal vez tienes problemas con la etiqueta que te quiere poner un médico, un compañero de la escuela, tu jefe del trabajo o tal vez, tristemente, alguien de tu familia. Pero no tengas miedo. Si el Señor del universo es también tu Señor, Sus etiquetas de amor son las que verdaderamente importan: a sus ojos somos honorables, dignos, valiosos, escogidos, amados, familia, somos sus hijos.

Texto adicional: Alabo a Dios por lo que ha prometido. En Dios confío, ¿por qué habría de tener miedo? ¿Qué pueden hacerme unos simples mortales? Salmos 56:4 NTV

Cuando Dios responde «no»

image¿Alguna vez han pedido algo a Dios día y noche? ¿Alguna vez han orado por algo desde lo más profundo y sincero de su corazón?¿Alguna vez han orado por algo durante años? ¡Qué felicidad cuando por fin vemos el fruto de nuestra oración! ¡Qué gozo ver nuestros anhelos cumplidos! ¡Qué regocijo cuando la petición de nuestro corazón se ve materializada!
A veces eso que queremos está a una oración de distancia. Cuando recién empezaba a manejar, me daba nervios ir al centro por el mucho tráfico y lo difícil que era encontrar un lugar donde estacionar con facilidad. Entonces oraba y le pedía a Dios que me pusiera un lugar amplio para mi poca experiencia como conductora. Entonces sucedía. Justo en medio del caos vial había un lugar esperándome para que yo llegara y lo tomara. Se me hacían agua los ojos y le daba gracias al Señor por bendecirme aun en esas pequeñeces tan cotidianas. Pasó el tiempo, me hice cada vez mejor conductora y Dios dejó de responder esas oraciones. Yo ya tenía la habilidad para resolver la situación de otra manera, seguir orando por un lugar era como abusar de la gracia, mis oraciones ahora eran más profundas, ya no oraba por lugares, sino por la salvación de mi familia. Entonces sucedían los milagros. Mi hermano, mi mamá, mi papá… Todos viviendo para Jesús.
A lo largo de mi vida he orado por muchas cosas, por las cosas grandes y por las pequeñas, por las trascendente y por las insignificantes. Debo decir que El Señor siempre ha contestado cada oración; sin embargo, su respuesta no siempre ha sido la que yo esperaba oír. A veces ha sido, «espera, más adelante»; otras veces ha sido: «tú pediste dos, pero toma 20» (y todo lo que eso implica); otras veces su respuesta suena como «sé que tú querías manzanas, pero te voy a dar uvas». La respuesta que más me cuesta trabajo aceptar es «no».

Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán, llamen, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre.»
‭‭Mateo‬ ‭7:7-8‬ ‭RVC

Al que llama se le abre, invariablemente, siempre, cada vez. Nuestro Padre Celestial nos atiende cada vez que acudimos a Él. El sacrificio de Jesús y su resurrección, ha hecho posible que las puertas de nuestro Padre estén siempre disponibles para los que nos hemos convertido en sus hijos. Si las Escrituras dicen con toda certeza, que si llamamos, se nos abrirá, si pedimos, se nos dará ¡no debemos dudarlo porque es cien por ciento seguro!
Y es aquí donde aparecen los «peros», las veces dónde podríamos decir que Dios no ha contestado alguna oración, especialmente aquella por la que hemos orado unas mil veces y no vemos una respuesta, ni un resultado favorable. Tal vez oraste por un terrible examen de matemáticas y lo reprobaste; o quizás oraste por un empleo que no te dieron; probablemente oraste por un milagro de salud y la enfermedad prevaleció. Ya he estado ahí, cuando he orado esperando una respuesta definida, es decir, orar para que Dios haga algo específico y al final sucede otra cosa ¡sí sé lo que se siente! Lo que he aprendido de ello es que Dios sí escuchó mi oración, sí respondió mi llamado, pero él decidió decir algo diferente a lo que yo quería oír, decidió responder a mi oración con un no. Ese no puede ser un «no ahora» o puede ser un «no» definitivo e irrevocable ¡pero Dios sí escucha! ¡Dios siempre responde!
Lo que hacemos con su respuesta es otra historia. Podemos aceptar humildemente su voluntad y vivir agradecido por las cosas que nos ha dado o podemos ser como niños berrinchudos cuando papá dice que no al helado de chocolate. ¿Por qué ese papá dice que no al helado? Puede ser porque el niño tiene amigdalitis o porque no comió sus verduras o porque ya es hora de dormir o porque simplemente tiene que aprender a postergar o porque hay un gran pastel esperando en casa o por alguna otra buena razón. Pues bien, nuestro Padre Celestial puede decidir no darnos algo que pedimos por alguna muy buena razón y él puede decidir darnos una explicación o no darla ¡Es Dios! Nuestra postura debe ser de total confianza de que si su respuesta es no, es porque no lo necesito, no me conviene, no es el tiempo o no es para mí. Si en verdad he rendido mi vida a El, debo confiar plenamente que su respuesta a mi oración es la mejor respuesta, no hay otra mejor; por lo tanto no debo amargarme al no obtener lo que quería en el tiempo y la forma que lo quería. Tal vez esta idea no es tan popular ni alentadora pero sí me permite vivir con gratitud y satisfacción. No importa si estaba orando porque cayera en el país deseado cuando jugaba al turista o por un milagro de salud. Yo debo seguir orando, sin cesar; y sea cual sea su respuesta, debo mostrar contentamiento, siempre, sin perder la paciencia ni la fe. Me ha costado aprenderlo, pero he visto la mano de Dios tantas veces en mi vida y en la de mi familia que he aprendido a confiar.
¿Qué hay de ti? ¿Eres un hijo de Dios contento o berrinchudo? ¿Aceptas un no como respuesta? ¿Cómo actúas cuando tu oración no es respondida de inmediato y debes perseverar?

Texto adicional: El Señor no aparta sus ojos de los justos; sus oídos están siempre atentos a su clamor. Salmos‬ ‭34:15‬ ‭RVC‬‬