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Una historia bien contada

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A la salida del cine ya no importaron las palomitas, la prioridad estuvo en las opiniones. Cada nuevo capítulo en la historia que se va tejiendo genera expectativa en los seguidores así como reacciones encontradas referentes al resultado del filme. En muchas de las sagas siempre hay alguien entendido en cómo empezó la historia décadas atrás, cómo fueron los hechos originales la primera vez que se publicaron.

Con el trasfondo en mente, muchos son los que aplauden el matiz que se le da a la trama, el reparto acertado, las escenas memorables, la música excepcional o la maravilla de los efectos especiales. Al contrario, los detractores, critican todo, incluso la ropa que los actores llevan a la premiere. Surgen acalorados debates acerca de la fidelidad a la historia original, lo terrible del guion, la incongruencia de los personajes pero, sobre todo, se indignan porque la nueva película no se apegó lo suficiente a la historia que ellos habían preconcebido en sus mentes.

No les ocultaremos estas verdades a nuestros hijos; a la próxima generación le contaremos de las gloriosas obras del Señor, de su poder y de sus imponentes maravillas…para que la siguiente generación las conociera —incluso los niños que aún no habían nacido—, y ellos, a su vez, las enseñarán a sus propios hijos. Salmos 78:4, 6 NTV

Este texto de la Escritura nos habla de transmitir con fidelidad la verdad acerca del Eterno. El Señor nos ordena transferir sus mandatos y milagros a las nuevas generaciones para que lo conozcan y crean en Él. A lo largo de la Biblia encontramos historias del buen fruto y bendiciones experimentadas de las generaciones que recibían un mensaje exacto y las calamidades vividas con generaciones que se perdieron porque sus padres no se tomaron el tiempo de enseñar la verdad. Francamente es una tarea que requiere mucha perseverancia pero que es fácil. Es fácil porque no hay que inventar nada, el mensaje completo ya está listo para ser comunicado. El problema surge cuando, como los fans, nos imaginamos cómo debería ser la historia y qué debió de haber sido y qué escenas debieron ser eliminadas, cuando la realidad es que no somos los guionistas de la Biblia. El Señor ya escribió el guión original hace mucho tiempo, solo tenemos que apegarnos a Él y comunicarlo tal cual es.

Este año en particular, me ha parecido cómico y trágico a la vez, ver personas  que pierden la compostura por el rumbo que toma la historia en la película; se pasan días de angustia en cómo van a resolver el dilema los protagonistas o los productores. Esto es tan ridículo como perder el sueño porque Caperucita decidió ir por el camino que atraviesa el bosque ¡Nos enfrascamos en controversias por algo que no es más que un cuento! ¡una fantasía! A mí me encanta ir al cine, disfrutar la película, decidir si me gusta o no pero, al final del día ¡es solo un cuento! que, en vez de estar en las letras impresas de un libro, se difunde a través de una gran pantalla.

Es importante recordar que lo legítimamente importante es una historia olvidada por muchos pero que es la más verídica y real de todas: La verdad de Dios. Porque solamente a través de esta historia nuestras vidas tendrán una trascendencia de peso a la luz de la eternidad. En estos días de descanso, tomemos un tiempo para desechar nuestras ideas preconcebidas, conocer la historia original con exactitud y transmitirla fielmente a la nueva generación.

Texto adicional: Cuenten esto a sus hijos, y que ellos se lo cuenten a los suyos, y estos a la siguiente generación. Joel 1:3 PDT.

Dos casos de incredulidad

imageQuienes me conocen de manera cercana, saben que soy despistada. Mi mente va concentrada en muchas cosas y paso por alto los detalles que me rodean: Salgo corriendo a imprimir un cartel y cuando llego a la imprenta descubro que dejé la USB en casa; salgo más cargada que la India María para grabar a mis hijos en un recital y al descargar el equipo en el auditorio descubro que no tengo la batería.

Tengo muchos ejemplos como estos, pero un día sí lo hice bien. Mi esposo me pidió que llamara a la escuela de mis hijos y le solicitara a la secretaria que los sacara de clase y los tuviera listos en la oficina porque pasaría por ellos antes de la hora de salida regular, con mucha prisa, pues tenía un compromiso y no había un minuto que perder. Para no arriesgarme a que se me fuera el tiempo mientras terminaba otros pendientes, llamé a la escuela en cuanto colgué con mi esposo. La secretaria dijo que con gusto tendría a los chicos listos en la oficina a la hora solicitada. Estrellita para mí.

Mucho tiempo después de dicha hora, mi esposo y mis hijos llegaron a casa. Mi esposo me platicó que cuando llegó a la escuela, la secretaria lo atendió amablemente y muy amablemente fue al salón de los chicos… después de que terminó de hablar por teléfono. Cerca de 30 minutos más tarde los chicos llegaron a la oficina, ya que la agenda laboral de ese día se había arruinado. Y aquí viene la peor parte: en vez de estar molesto con la secretaria, estaba molesto conmigo por haber olvidado llamar. Cuando traté de explicarle que sí había llamado y que la que se había olvidado era ella, sentí que mi corazón se rompía en mil pedazos al oír su respuesta: que por favor aceptara mis errores y que reconociera que se me había olvidado algo una vez más.
Auch. Eso en verdad dolió, sobre todo porque esa vez sí había hecho lo correcto. Me dolió que no confiaran en mí, que no creyeran en mi palabra, que me tomaran por mentirosa. Finalmente, mi esposo se dio cuenta de su error, me pidió perdón y nuestra relación se restauró felizmente.

Tiempo después recordé esa experiencia cuando ahora yo era la que no había creído la palabra de alguien más: la de Dios. Me encontré a mí misma dándome cuenta que Dios tendría que ser paciente conmigo una vez más porque yo no había creído sus promesas. Había tomado mis propias decisiones como si los lineamientos de Dios fueran una farsa. Me comporté como si él no fuera digno de confianza. Cada vez que decidimos seguir nuestros propios caminos es como si entre paréntesis dijéramos «Dios no es digno de confianza, mejor lo hago a mi modo»; cuando tomo mis decisiones, fuera de su voluntad, lo estoy haciendo porque inconscientemente no creo que que él lo puede hacer mucho mejor que yo.

Si somos infieles, él permanece fiel; él no puede negarse a sí mismo. ‭2 Timoteo‬ ‭2:13‬ ‭RVC‬‬

¡Dios permanece fiel! No puedo estar más que agradecida por saber que aunque a veces yo confío más en mí misma que en el Señor, él es fiel, es paciente, me demuestra una vez más que él es digno de confianza, que lo mejor que puedo hacer es poner mis ojos solo en él. Aunque yo olvide sus promesas, él no las olvida y en su tiempo las cumple. Lo bueno de que Dios no sea un humano, es que su amor, su gracia, su misericordia y su perdón, son infinitos; si nos ponemos a cuentas, él nos da una nueva oportunidad, no se deprime, no se queda sentido, ni corta su relación con nosotros; nos ama tanto que, a pesar de nuestra infidelidad, mantiene firme su Palabra. ¿Acaso no es esto una excelente noticia?

Texto adicional: Dios, que es la Gloria de Israel, vive para siempre. No miente ni cambia de parecer. No es como los hombres que cambian de opinión. 1 Samuel 15:29 PDT